24 de marzo “ Dia de memoria ,por la verdad y la justicia “
Trabajo práctico ( resuelve las
actividades en la carpeta de ciancias sociales )
1 ) Lee todo el texto completo y respone :
A)
¿ Cómo relacionarías todos estos conceptos con el 24 de Marzo ?
B ) Busca en internet una imagen relacionada a
la fecha y escribe un texto explicando porque la elegiste .
Terrorismo de Estado
Si bien los golpistas llamaron a
su gobierno Proceso de Reorganización Nacional, lo que se impuso fue una
dictadura que ejerció el terrorismo de Estado. Es decir: fue un gobierno que
implementó una forma de violencia política que, usando los recursos del Estado,
buscó eliminar a los adversarios políticos –a quienes llamó “subversivos”– y
amedrentar a la población a través del terror.
¿Y cuáles fueron las
características específicas del terrorismo de Estado en la Argentina? Para
terminar con las experiencias políticas que anhelaban la transformación social
en nuestro país, la dictadura implementó una nueva metodología represiva: la
desaparición sistemática de personas y el funcionamiento de centros
clandestinos de detención (lugares donde mantenían cautivos a los secuestrados
fuera de todo marco legal).
Existió un plan sistemático que
consistió en secuestrar, torturar y asesinar de forma clandestina a miles de
personas. Los “grupos de tareas” (comandos integrados mayoritariamente por
militares y policías de baja graduación) se dedicaban a los secuestros y luego
trasladaban a los secuestrados a centros clandestinos de detención que podían
estar en un cuartel, una fábrica o una comisaría, entre otros lugares.
A partir de ese momento pasaban
a ser desaparecidos porque nadie sabía dónde estaban. No se daba información a las
familias y el gobierno decía que no sabía que había pasado con esas personas.
Los familiares y amigos los buscaban en comisarías, hospitales, pero nadie les
daba información. El horror fue tal que hoy sabemos, a través de numerosos
testimonios brindados en procesos judiciales, que el destino de quienes
estuvieron detenidos en centros clandestinos de detención fue la muerte. Aún se
los continúa denominando desaparecidos pues hasta el día del hoy sus familiares
no han podido recuperar sus restos.
Una prueba más de la violencia
de la época fue la apropiación de niños y niñas, hijos de las personas
detenidas. Algunos de esos chicos fueron secuestrados junto a sus padres y
otros nacieron durante el cautiverio de sus madres. Fueron entregados en muchos
casos a familias que ocultaron su origen a los chicos. Uno de los objetivos era
que los niños “no sintieran ni pensaran como sus padres, sino como sus
enemigos”. Muchos de esos niños, hoy ya adultos, continúan sin conocer su
verdadera historia.
El siluetazo
Durante los primeros años de la
dictadura militar, las formas de expresar la oposición al régimen estuvieron
severamente acotadas por el Estado terrorista. Frente a un panorama cerrado y
difícil se desarrollaron paulatinamente diferentes formas de resistencia y
manifestación, que a medida que el gobierno comenzó a perder su capacidad de
presión, y los ciudadanos el miedo a este, ganaron una importante visibilidad.
Esto fue particularmente visible
con posterioridad a la derrota de la guerra de Malvinas (1982), que produjo un
severo golpe simbólico para la dictadura. Las manifestaciones ganaron
gradualmente espacio y formas de expresión anteriormente subterráneas
comenzaron a desenvolverse a la luz. El esfuerzo inicialmente solitario de los
organismos de Derechos Humanos, comenzó a ser acompañado por otros actores
sociales que desplegaron nuevas formas de protesta y movilización.
Este fue el caso de una
intervención artística conocida como El Siluetazo. El 21 de septiembre de 1983,
por iniciativa de un grupo de artistas, grupos estudiantiles y agrupaciones
juveniles, y con el apoyo de los organismos de Derechos Humanos, los
manifestantes comenzaron a delinear sus siluetas en afiches, que luego
instalaron en las inmediaciones de la plaza. Prestaron sus cuerpos para convocar
a aquellos que el terror estatal había desaparecido: las siluetas buscaban
representar la presencia de los desaparecidos y cuestionar a la dictadura
militar desde el arte.
Las figuras humanas, de tamaño
natural, se extendieron de la Plaza de Mayo a toda la ciudad. Desde ese
momento, se transformaron en uno de los emblemas del reclamo por la memoria, la
verdad y la justicia, y constituyen parte del repertorio simbólico de distintas
movilizaciones sociales y políticas.
Identidad y memoria
El ejercicio sistemático
del terror –caracterizado por la desaparición de
personas y la
existencia de centros clandestinos de detención– desplegó
otro mecanismo siniestro: la
apropiación de menores.
Los responsables del terrorismo de Estado consideraban que para completar la
desaparición de la
forma ideológica que pretendían exterminar era necesario
evitar que ésta se transmitiera a través
del vínculo familiar.
Por eso, se apropiaron
de los hijos
y las hijas
de muchos de los desaparecidos. Como dicen
las Abuelas de Plaza de Mayo en su página web el objetivo era que los niños
«no sintieran ni pensaran como sus padres, sino como sus enemigos» (1).
El procedimiento de apropiación
de niños y niñas se llevó a cabo de diferentes maneras. Algunos fueron
secuestrados junto a sus padres y otros nacieron durante el cautiverio
de sus madres que
fueron secuestradas estando
embarazadas. Muchas mujeres dieron a luz en maternidades de modo clandestino y
fueron separadas de sus hijos cuando éstos apenas habían nacido.
La cantidad de secuestros de
jóvenes embarazadas y de niños y niñas, el funcionamiento de maternidades
clandestinas (Campo de Mayo,
Escuela de Mecánica de la Armada, Pozo de Bánfield y otros),
las declaraciones de testigos de los nacimientos y de los mismos
militares demuestran que existía un plan preconcebido. Es decir: además del
plan sistemático de desaparición de personas, existió un plan sistemático de
sustracción de la identidad de los niños.
Los niños y las niñas robados
como «botín de guerra» tuvieron diversos destinos: fueron inscriptos como
propios por los miembros de las fuerzas de represión; vendidos; abandonados
en institutos como seres sin nombre; o
dados en adopción fraguando la legalidad, con la complicidad de jueces y
funcionarios públicos. De esa
manera, al anular
sus orígenes los
hicieron desaparecer, privándolos de vivir con su legítima familia, de
todos sus derechos y de su libertad. Sólo unos pocos fueron entregados a sus
familias.
«La desaparición
y el robo
condujeron a una
ruptura del sistema humano de filiación y se produjo una fractura de
vínculos y de memoria»,
explica Alicia Lo Giúdici, psicóloga de Abuelas de Plaza de
Mayo. Para reparar esa fractura
surgió la Asociación Civil Abuelas de
Plaza de Mayo, organización no gubernamental que tiene como finalidad localizar y
restituir a sus legítimas familias
a todos
los niños apropiados por la represión política, como también crear las condiciones para que nunca más se repita
«tan terrible violación de los derechos de los niños exigiendo que se haga
justicia».
En todos sus años de lucha, las
Abuelas encontraron a varios de esos nietos desaparecidos y pudieron
generar conocimiento sobre
el proceso de
restitución del origen familiar.
Así lo explican
en su página web: «Las vivencias
individuales de los
hijos de desaparecidos, ya jóvenes, que descubren la verdad sobre sus historias personales
y familiares son
diversas y hasta opuestas. Existen, sin embargo,
algunos factores comunes.
Todos descubren, en
primer lugar, un
ocultamiento. En segundo lugar, esas historias están ligadas
trágicamente a la historia de la sociedad en la que viven (…) La restitución
tiene un carácter liberador, descubre lo oculto, y restablece el
“orden de legalidad familiar”. La restitución descubre la eficacia
del reencuentro con el origen,
reintegra al joven
en su propia historia, y le
devuelve a la sociedad toda la justicia que radica en la verdad».
En la actualidad, aun después de
más de 30 años, esta búsqueda
continúa. Fueron encontrados 101 niños desaparecidos pero todavía, se estima,
faltan más de 400.
Censura
El proyecto de la dictadura de
disciplinamiento y control de la población no se limitó a la persecución,
represión y desaparición de personas. También abarcó a la cultura en todas sus
formas.
Uno de los modos en que los
militares buscaban controlar las maneras de pensar y sentir de los ciudadanos
era la censura. Aparecieron las famosas “listas negras”1 donde se prohibieron
libros, canciones, películas, revistas, etc. y se persiguió a escritores,
artistas, educadores, poetas, periodistas e intelectuales en general. Cuentos
para chicos traviesos, de Jacques Prevert, y Un elefante ocupa mucho espacio,
de Elsa Bornemann, fueron algunos de los libros prohibidos y sacados de
circulación.
Diversas investigaciones han
dado cuenta que la dictadura tuvo una política cultural de alcance nacional:
una verdadera estrategia de control, censura, represión y producción cultural,
educativa y comunicacional, cuidadosamente planificada. La cultura y la
educación eran consideradas por los dictadores como un “campo de batalla”
contra la subversión2
Muy ilustrativa es, en este
sentido, la resolución del rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, Eduardo
Aníbal Rómulo Maniglia, tendiente a detener “la indumentaria desalineada, el
aspecto hirsuto, la palabra y el gesto procaz”. En la misma se establecía, por
ejemplo, la vestimenta y el largo del cabello que debían mantener los
estudiantes durante su permanencia en el establecimiento escolar: pollera gris
hasta la rodilla, saco azul liso y blusa blanca para ellas; pantalón gris, saco
azul, camisa blanca, corbata oscura y cabello corto a dos dedos por encima del cuello
de la camisa, para ellos.
Frente a esta política represiva
en el plano cultural muchas personas tuvieron que exiliarse y muchas otras se
escondieron. También, en el ámbito privado, fueron quemadas aquellas obras de
la cultura (libros, revistas, afiches) que pudieran parecer sospechosas o ser
calificadas como “subversivas” por los militares. Otros resistieron como
pudieron desde sus espacios de trabajo o juntándose con aquellos que no se
resignaban a dejar de compartir sus ideas y sueños. Muchos optaron por
recluirse y exiliarse internamente (sin irse del país dejaron de hacer las
actividades que hacían cotidianamente por temor).
Se trata de una lista de personas,
instituciones u objetos que deben ser discriminados en alguna forma con respecto
a los que no están en la lista. La discriminación puede ser social, técnica o
de alguna otra forma. Durante la dictadura se confeccionaba este tipo de listas
para perseguir ilegalmente a las personas.
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